PRÓLOGO E INMIGRANTES

PRÓLOGO

" Taltal es una historia de madera, donde el tiempo colgó sus viejas botas ".

Así cantó el gran poeta del Norte, Andrés Sabella Gálvez, a esta ciudad.

Este libro no pretende ser una historia de Taltal, ni siquiera "una historia de madera". Innumerables han sido las páginas que se han escrito sobre Taltal, escudriñando su historia pretérita, desde aquellos primeros pobladores del período paleolítico hace 10.000 a 6.000 años A. de C. hasta los Changos que reaparecieron, luego de un misterioso silencio antropológico de milenios, allá por los años 600 al 400 A. de C. Pasando por los conquistadores españoles venidos desde Perú, con Diego de Almagro en 1536, hasta por fin la llegada entre los años 1835 al 1845 de los grandes pioneros y exploradores chilenos, que incursionaron en sus costas y pampas, con llaucana en mano y tirando a las bestias de las bridas buscando el cobre y el salitre. Sus esporádicas estadías en sus caletas, los convierten prácticamente en los fundadores del actual Taltal.

La intención de este libro es enfocar la historia de manera diferente, ojalá consiga su objetivo.

Desde que inicié esta singular aventura, me llamó la atención que los dos más importantes poetas que dedicaron sus mejores versos a Taltal, lo hicieran con un dejo de nostalgia, casi pesimista, como si el motivo de su inspiración estuviese condenado al olvido. Afortunadamente, y sin pensar siquiera adjudicarle alguna mala intención a la inspiración de tan distinguidos vates, sus presagios líricos no se cumplieron, lo que con toda seguridad los debe alegrar sobremanera, en el lugar infinito donde se encuentren.

Hoy tenemos un Taltal, que, como Ave Fénix, resurge esplendoroso en los albores del siglo XXI, gracias al esfuerzo y voluntad, y más que todo fe en los destinos de esta Bahía de Nuestra Señora, de hombres y mujeres que vinieron de otras regiones de nuestro país o de otros lejanos países a fines de los años 1.800 y también de aquellos que han crecido, sufrido y gozado en esta tierra, tal como lo hicieron sus antecesores y construyeron el actual Taltal

A ellos está dedicado este libro de reminiscencias, de reencuentro con sus raíces, como un homenaje muy merecido a su entrañable y profundo amor al terruño que los acogió y en el cual han sabido permanecer, tanto en los tiempos de bonanza como en las grandes crisis y hasta hoy día en que son protagonistas de este renacer. Muchos de los que forjaron esta historia están fallecidos, y muchos otros anónimos han dejado sus huesos blanquecinos esparcidos en las solitarias arenas del desierto, como mudas muestras del ñeque del cateador o del solitario minero aventurero.

En las páginas de este libro podemos adentramos en el álbum humano local, donde se presentan a seres comunes y corrientes, pero que, de una u otra manera marcaron nítidamente el período que vivieron. Andrés Sabella acuñó el término "empampado" para referirse a personas que no perteneciendo a estas tierras, la acogieron como propia, dejando a su paso por ella una impronta de entrega comunitaria digna de nuestro mayor respeto y admiración.

Si bien es cierto que grandes empresas hacen progresar los pueblos en lo material, su verdadera alma, aquello que los mantiene vivos, son las personas que los habitan. Las ciudades como los edificios se construyen ladrillo a ladrillo, en ellas es como si cada habitante fuese un ladrillo, ciudadanos de diferentes clases socio-económicas o culturales, que desde distintas actividades contribuyen a formarlas, las hacen vivir con una fisonomía propia.

En todas las ciudades y pueblos, hay personajes emblemáticos que contribuyeron a su fundación y desarrollo, y luego, como aves migratorias, toman otros rumbos, como si su destino fuese cumplir con esa misión específica, un deber impuesto a sí mismos y obtener la satisfacción del deber cumplido, dejando un aura indeleble de admiración y respeto. En nuestra ciudad me refiero a Diego de Almeyda, Daniel Oliva, Juan Antonio Moreno, Rafael Barazarte, a quienes en estas páginas reitero el homenaje de admiración y reconocimiento por su visión y real aporte al reconocimiento y grandeza de Taltal. Pero ya la historia se ha encargado de reconocer sus méritos y de rendirles los homenajes que merecen.

Sin embargo el objetivo de este libro va dirigido a destacar al modesto ladrillo, es un reconocimiento al ciudadano anónimo que no aparece en ningún libro de historia ni en ningún documento oficial, a ese soldado desconocido que ha hecho posible que Taltal sobreviva y resurja a pesar de las crisis por las que ha pasado, que de ninguna manera han sido espirituales, porque jamás su gente se descorazonó, si no ocasionadas por los vaivenes y veleidades de la economía nacional o mundial.

Es para personas y familias como ustedes, aquellos con los cuales conviven diariamente y que al verlos retratados en estas páginas se sentirán plenamente identificados y con toda seguridad este sentimiento incrementará en ustedes el legítimo orgullo de ser los herederos de este hermoso legado.

Lamentablemente, como en toda obra humana, ésta no está exenta de imperfecciones, por lo que desde ya les doy mis más sentidas excusas. Encontrarán ausencias o algunas omisiones involuntarias, o no encontrarán a todos aquellos actores que merecen o quisiéramos que estuvieran presentes, pero quiero expresar a modo de disculpa, que el sincero espíritu de este libro es que todos se sientan identificados.

Se tomó como parámetro en la redacción del texto mencionar en él, sólo ciudadanos chilenos y de otras nacionalidades, que llegaron en los albores de Taltal y sus descendientes aún permanecen, viven y trabajan en esta tierra. Por razones de espacio se menciona solamente a una familia por nacionalidad, con el sano espíritu que ellos representen a todos aquellos cuyas familias llegaron a Taltal, participando en su esplendor y también soportando estoicamente los períodos de crisis, aferrándose a esta tierra, en la cual aún continúan orgullosos sus descendientes, desempeñándose en los más diversos ámbitos laborales y actividades, participando de este resurgimiento, con la certeza que también sus hijos y sus nietos seguirán su mismo destino: "Anclados sus corazones para siempre a la bella Bahía de Nuestra Señora".

LOS INMIGRANTES

Como a una nueva California, acuden a Taltal, allá por los anos 1845 oleadas de hombres de diferentes lugares del país y de otras lejanas y exóticas naciones, como Italia, de la antigua Dalmacia hoy Croacia, de Inglaterra, España, China, Palestina Grecia. Ya habían abierto antes la senda Almeida, Moreno  Barazarte y otros. Una actividad febril se advierte en la antigua caleta, ante las palabras mágicas: oro, plata, cobre. Esta riqueza atrae a los hombres de todas las latitudes.

Detona el explosivo en la seca atmósfera del norte Semejante a rojas cascadas, salta la tierra de los cerros a cada tiro Interminables recuas de muías, los capachos llenos de piedras con metal, descienden de las laderas y quebradas camino a las tundiciones o a los buques surtos en la bahía.

Junto a tamaña actividad minera, va aparejada una intensa actividad comercial, a la que se dedican la mayoría de los inmigrantes, ya que los mineros necesitaban insumes y la población crecía día a día.

Con la gran cantidad de buques que llegan a la bahía el aumento de las transacciones comerciales y la demora en la tramitación de la documentaciones aduaneras, los taltalinos piensan que se hace necesario cortar el cordón umbilical, que ata administrativamente Taltal de la Gobernación de Caldera dependiente de la Provincia de Atacama, para todos los efectos de embarque y exportación de metales. En estos momentos cruciales emerge la figura del mítico José Antonio Moreno; múltiples  reuniones con las autoridades correspondientes y una poderosa argumentación consigue para Taltal el Decreto con fecha 12 de Julio de 1858 que lo habilita como Puerto Mayor. Taltal nace legalmente. Llegan oleadas de inmigrantes.

La soledad del desierto ha sido fecundada por el esfuerzo del hombre. El desierto se ha hecho habitable, y Taltal en la segunda mitad del siglo 19, por los años 1870 al 1920, hormiguea nuevamente de hombres en busca de un nuevo destino, ahora le toca el tumo al oro blanco; el salitre. De nuevo la pampa debe acercarse al mar, acordándose que alguna vez su lecho reseco cobijó a ese mar en donde los veleros con sus portalones abiertos, esperan por el tesoro blanco. La pampa es hendida por la espada del progreso y es así como el año 1882 dos líneas paralelas cortan el desierto y resuena por primera vez en esa aridez infinita el silbato de una locomotora que baja serpenteando hacia el mar desde los cerros veteados de Refresco y otros ramales salitreros.

Muchos hombres y mujeres llegaron para ser actores de esta aventura. Los hombres solos que emigraron de otros países se unieron a mujeres o familias chilenas ya radicadas en esta nueva tierra, formando una amalgama de etnias, Taltal se transforma en un "crisol de nacionalidades".

La historia de estos inmigrantes, que llegaron de otros países trayendo todos esperanzas, el recuerdo de su tierra y diferentes banderas en su corazón y de aquellos chilenos que llegaron con la estrella solitaria, como guía de sus destinos, es la que destacaremos y relataremos en las páginas siguientes.